Y me alejo de tu boca, que es fiesta.
Camino soñando, como entonces, que las noches de luna llena aún pueden ser eternas. Y, unas calles más allá, otra mirada me hace renacer en bailes de sensualidades derrochadas. Y mi coquetería, romana, se torna espléndida bajo las caricias que me regalan sus pupilas. Aún ajenas, me muestran, cual oráculo, el brillo de ecos de danzas atávicas enaltecidas sobre lechos de fuego. Y mi cintura se vuelve cimbreante en su arrogancia, y mis pasos seducen a los suyos, y... ya no te pienso. No añoro el sabor de tu mirada azul posada en mis labios, tampoco tus manos recorriendo mi rostro para reconocer sus matices suavizados por el tiempo, ni tu sonrisa, siempre plena en mi regazo.
Tu recuerdo caldea con sus cenizas pasiones nuevas y huye hacia su origen. En su odisea rauda se precipita hacia su maldito cénit, nuestro desencuentro. Y le dejo marchar, sin trabas, sin lamentos, segura de que regresará a mí: más altivo en su sensualidad, pero generoso en dulzuras de complicidades. Tu tacto, tan mío, tan nuestro.
Arde Lucus, 22 de junio de 2008
3 comentarios:
Sería mejor que no le deajase marchar, nunca se save si volverá. Besos
Que lástima que termine la fiesta de su boca...
tan ajeno y tan mío... me hizo acordar a algo que creo que me paso...
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