Sueño con atrapar su sonrisa, para guardarla en la cajita de los pecados.
Pero, cuando curiosa abro lo que creí guarida, descubro que las tentaciones de otrora se fueron marchitando. Les faltó el aire y la luz de aquella mirada de entonces que, coqueta, las elevaba a deseo.
La contención es lo que tiene, que acaba por matarlo todo (con su tañido de lenta putrefacción ininterrumpido; como en un réquiem).
Y rompo aquella cajita insalubre, para, al menos, recuperar con una tempestad de libertades lo que, a duras penas, aún pervive en la superficie.
El resto, asfixiado en profilaxis limitativas que alimentaron humedades; humedades hedientas que, perniciosamente, anegaron todo hasta coartar cualquier posibilidad de hálito.
Y a lo lejos, su sonrisa, que, en un envite desesperado de la razón, finalmente me negué a atrapar. Su sonrisa que me observa ancha, que lo ilumina todo, como la de la musa cantada por Jara. Y deslumbra cruda, salvajemente. Tanto que la fuerza que emana deja al descubierto la inmensidad carroña que, emponzoñada por las sombras de mi propio ego, había codiciado. Inmensidad de quereres atesorados en colección y sepultados bajo una cubierta miserable.
Y resuena un eco quejumbroso en aquella cajita de los pecados, hoy desvencijada. Aquella cajita que por fin descubrí corrompida en prisión, y repleta de banalidades. E intento arrastrar con llantos de hoy recuerdos de las pasiones ayer postergadas. Pero no brota ni una de aquellas lágrimas que, cual plañideras, se descubren en la hilera de lo absurdo. Tan dispuestas como innecesarias.
Y el olor se torna dulce... Réquiem, pues; réquiem, por la cajita de los pecados.
El resto, asfixiado en profilaxis limitativas que alimentaron humedades; humedades hedientas que, perniciosamente, anegaron todo hasta coartar cualquier posibilidad de hálito.
Y a lo lejos, su sonrisa, que, en un envite desesperado de la razón, finalmente me negué a atrapar. Su sonrisa que me observa ancha, que lo ilumina todo, como la de la musa cantada por Jara. Y deslumbra cruda, salvajemente. Tanto que la fuerza que emana deja al descubierto la inmensidad carroña que, emponzoñada por las sombras de mi propio ego, había codiciado. Inmensidad de quereres atesorados en colección y sepultados bajo una cubierta miserable.
Y resuena un eco quejumbroso en aquella cajita de los pecados, hoy desvencijada. Aquella cajita que por fin descubrí corrompida en prisión, y repleta de banalidades. E intento arrastrar con llantos de hoy recuerdos de las pasiones ayer postergadas. Pero no brota ni una de aquellas lágrimas que, cual plañideras, se descubren en la hilera de lo absurdo. Tan dispuestas como innecesarias.
Y el olor se torna dulce... Réquiem, pues; réquiem, por la cajita de los pecados.
9 comentarios:
Pues réquiem! Buen fin de semana.
¡Ay, las punzadas que da el amor...!
Pero sin amor y sin dolor no hay vida ¿no crees?
Marquesa, con el gmail no tengo bastante, he probado varias formas pero siempre me viene el email devuelto...
Buen fin de semana guapa!!!
besitossssssssss
No deben guardarse en cajitas ni las sonrisas, ni los deseos, ni las pasiones, porque puede pasar eso, que se pudran, mejor disfrutar mientras se pueda, y después, olvidarse.
¡Qué facil se dice!
Biquiños de domingo, Markesa.
Mejor que en una cajita, guárdate las sonrisas en tu cabeza. Así te garantizas que nadie te las pueda robar...
Abrazos
os requiem sempre ajudam a abrir novas caixinhas.
beijos
Podemos imaginar un sol que agoniza y deja esquirlas corinto en el horizonte como si fueran el lustre de unos zapatos de gitano en un poema de Lorca ... Ay, la pena negra oculta el atardecer sin el... y se intuye el cerco del ocaso acercándose como una muerte antigua. Querer atrapar un momento de amor para hacerlo eterno es prácticamente imposible, una ilusión, fantasía que se repite una y otra vez desde la infancia.
Muy bien captado Marquesa.
Abrazos
Franc.
La contención es lo que tiene, que acaba por matarlo todo
estoy segura
¡Que bonito!
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