viernes, 14 de diciembre de 2012

Casi una despedida

Uno tras otro mueren los sueños en tu espalda, sobre la que yo cargué el amor. Demasiado peso, tal vez, para tan poco aliento. Y es que heredas la desesperanza en forma de herida abierta, incapaz de cicatrizar. No puedes, por tanto, soportar aquello que te he confiado y yo, que me entregué a ciegas, no soy capaz de sujetarlo. Se desmorona ante mí y el abismo se abre infinito. Ante él se precipita toda la ternura que te quise regalar, sin observarme antes en tus niñas. Debí buscar el faro que me llevara a ti, para no naufragar en el intento de convertir el nosotros en hogar. Pero no lo hice y encontré lágrimas y desaliento pese a que, no lo dudo, eres capaz de ofrecer el sentimiento más dulce y la pasión más ardiente. Lo sé y, pese a ello, te perdí. Y, en mis prisas, no supe ni cómo. Estaba rendida al querer que nacía y que me convertía una vez más en vulnerable. Temblaba sólo con pensarte, con imaginar el nuevo encuentro, con soñarte desnudo de palabras y de artificios, con recordar tu mirada plena de fiesta sobre mi pecho palpitante. Y eras todo. Y por eso yo me derrumbaba en cada ausencia. Sin ti, me faltaba el aire. Contigo, me hacía cada vez más pequeña, eclipsada por tu sonrisa que me desarmaba. Eras todo, sí. Y yo... yo solamente la que te quería.

3 comentarios:

Markesa Merteuil dijo...

Muchísimas gracias. Igualmente. ;-)

Kim Basinguer dijo...

Un post lleno de realidad.
Las mujeres no queremos ver lo que tenemos delante, siempre esperamos que la realidad cambie...
Tenemos que armarnos del valor suficiente para cerrar las cicatrices que nos dejan heridas profundas y comenzar de nuevo....
Feliz año querida amiga.

Markesa Merteuil dijo...

Feliz año para ti también. Ojalá nos veamos pronto. :-) Un abrazo. :-)