martes, 25 de diciembre de 2007

Triste aliada

De nuevo la muerte... Una muerte dulce.

La muerte que llega dulce.

La muerte necesaria.

La muerte necesaria cuando ya no hay vida.

Cuando hace años que la vida se le fue escurriendo entre las manos y abandonó su cuerpo.

Cuando hace meses que su cuerpo semeja el de una marioneta a la de que han de mover con hilos.

Cuando los hilos no logran disimular que el cuerpo está desmadejado.

Se ha desmadejado y ya no se deja vencer por el baile.

No hay bailes y no hay risas.

La risa no acompaña a la música.

La música hace años que ya no brota cada atardecer de sus entrañas, ni de aquellas manos que tanto amó.

Ya no nace de una gaita y de su fol (fuelle), de una armónica, de botellas de anís y otros licores con los que los más pequeños intentábamos acompañaros emulando, a orillas del Cantábrico, a torpes percusionistas.

Cuando hacía ya días que la única percusión que sonaba era la de su cuerpo al caer (no al dejarse caer) sobre la cama, sobre la silla de ruedas.

Cuando las ruedas dejaron de ser movidas por ella.

Cuando la abandonó la voluntad.

Cuando la voluntad dejó de amoldarse a su personalidad.

Cuando su personalidad esquivó su mirada y dejó de ser ella.

Hace ya tanto tiempo que dejó de sorprendernos con sus relatos de juventud, con sus historias de amores de inocencia, con su afán por arrancarnos una sonrisa, con su sonrisa siempre presta a arrojar de sí cualquier queja.

Pero en su casa seguirá permaneciendo su impronta, ésa que, pese a no querer presumir de nada, atestiguaba como nadie su gran sentido de la hospitalidad, de su afán por compartir...

Hace tiempo que le perdí la pista a mi risa de niña. Ya no oigo el eco de mis carcajadas. Pero cuando me acerco a su casa, no puedo evitar que el brillo infantil regrese a mis pupilas recordando aquellos juegos inocentes, en los que el mayor peligro era que te encontraran antes de que lograras burlar a quien te buscaba.

Y volveré a su casa, y ya no estará. Pero aunque la muerte ha llegado, dulce, seguirá viva en cada rincón de su hogar, de su vergel.

1 comentario:

Críptica dijo...

Nadie muere mientras quede el recuerdo...