Me sorprendo en un presente que se torna incompleto. Nuevos abrazos, sí,
pero sin ese toque de hogar que hallaba en los que, ilusa, creí olvidados. Por
eso, cuando cada mirada, cada beso, cada caricia me iluminan, no puedo obviar esa sombra que me
hace dudar del olvido. Parece aún tan lejana esa felicidad que otrora me
regalabas... Un roce casual y el corazón incontrolable no sabía si temblar ante esa espiral de pasiones o
enloquecer de dicha. Habitaba en ti, consciente de que era tu sonrisa la que
acunaba mis sueños para hacerlos tangibles. Y entonces nada parecía imposible:
ni siquiera la utopía.
Pero ahora la felicidad se torna gris, pues la sé efímera. Quiero, deseo,
coqueteo, siento, pero temo al despertar, a que las sonrisas que ahora me
brindan otros labios se ajen o simplemente pierdan esa fuerza que solamente juntos
lográbamos conceder a cada instante. Ya no te deseo. Te borré de un
nosotros. Pero la nostalgia de aquello que fuimos me sigue ahogando, como si nada pudiera eclipsar a cuanto sentimos. Te quise, y ya no quiero quererte. Pero, aunque creí olvidarte, ese nosotros aún me hiere cuando no logro sentir con la fiereza con la que te amé ni rendirme a la ternura.
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