lunes, 14 de abril de 2014

Ahora soy yo la que se retrae merced a esas ganas de reconstrucción que no prevén espacio para alojarte y que, sumergidas en la tibieza, no hallan ni el camino ni las fuerzas para luchar contra la apatía de saberme en donde no quiero estar. El inconformismo lacera, pero solo a veces, solo cuando echo la vista atrás para recordar que, cuando aun tenía sueños, era capaz de volar. Pero me acomodo en la desesperanza y tapio las rendijas que, al otro lado, me mostraban lo que implicaba la ilusión.

No quiero seguir escudando mi quietud en aquello que me exijo, en aquello que me destruye. Pero aun no soy capaz de vislumbrar otros modos que mantengan intacto el afán de responsabilidad. Y es por ello que estoy cansada de mí, de la coyuntura, incluso de nosotros, pese a que aun sin saberlo eres quien de otorgarme las fuerzas que, en su hastío ante mi dejadez, acabaron por abandonarme.

Pero esas ganas de reconstrucción carecen de proyecto y, por tanto, aun no me apremian. Ni me apremian ni te contemplan, puesto que, de hacerlo, acabarían por sepultar el nosotros bajo los escombros de mi propio hartazgo, ese que he de demoler a golpes de un entusiasmo que me escapa antes incluso de fraguarse.

En todo caso, solo cuando me venza, podré recrearme. Y solo entonces podré redistribuir los espacios sin que ninguno se angoste, hacerme hogar y acoger, por fin; cálida y luminosa.

No hay comentarios: