"(...) y acusándome de una falta que no había cometido, le dije que había hecho lo que hacen las mujeres. (...) el buen padre me pintó el mal tan grande, que concebí que el placer debía ser extremo; y al deseo de saber sólo en qué consistía, sucedió el de enterarme por mí misma". (Carta LXXXI, de la marquesa de Merteuil al vizconde de Valmont. "Las amistades peligrosas", Choderlos de Laclos)
jueves, 24 de abril de 2014
Echo de menos hacernos el amor, como si el mundo pudiese esperar. Pero, en la perpetua lucha de egos que hemos cultivado, decidimos erigirnos en imprescindibles, como si eso fuese cierto. Y la verdad es que no somos ejes de nada, ni siquiera de nuestra propia voluntad. Y, mientras todo gira ajeno, nos soñamos artífices de un todo, creyendo, obcecados por nuestra propia autocomplacencia, que ese movimiento satelital depende de nosotros. El protagonismo que creemos tener es, precisamente, el que nos destruye, condenándonos a las renuncias y a una insatisfacción perenne.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario