jueves, 24 de abril de 2014

Echo de menos hacernos el amor, como si el mundo pudiese esperar. Pero, en la perpetua lucha de egos que hemos cultivado, decidimos erigirnos en imprescindibles, como si eso fuese cierto. Y la verdad es que no somos ejes de nada, ni siquiera de nuestra propia voluntad. Y, mientras todo gira ajeno, nos soñamos artífices de un todo, creyendo, obcecados por nuestra propia autocomplacencia, que ese movimiento satelital depende de nosotros. El protagonismo que creemos tener es, precisamente, el que nos destruye, condenándonos a las renuncias y a una insatisfacción perenne.

No hay comentarios: