Las mismas demandas que nos llevaron a la situación actual. Los señores del capital siguen empecinados en su afán de enriquecimiento a corto plazo y, así, obviando el dicho de que mala hierba nunca muere (ellos se perpetuarán y no podrán vivir de rentas ante la presumible quiebra de los bancos, que es otra mentirijilla más para acongojar al proletariado al que tratan como si acabase de caerse de un guindo), han decidido olvidar que han de pensar también en un futuro.
Eso sí, continúan exigiendo, como siempre e insistiendo en chantajearnos con frasecitas del tipo: "Este sistema hace que, a medida que transcurre el tiempo, el empresario tiene que pagar mucho más por despedir, y cuando hay incertidumbres en el horizonte, el empresario despide antes de que le salga mucho más caro ese despido. Se despide mucho más cuanto más elevados los costes". Son palabras del presidente de la Comisión de Economía de la CEOE, José Luis Feito. Teniendo en cuenta su cargo, pudiera presumirse que entiende algo de economía, pero, lamentablemente, creo que a aquellos trabajadores que abren los ojos a diario para enfrentarse con la realidad (hay otros que permanecen en eterna ensoñación) ya no les cuela su presunta sapiencia, que tal vez la tenga, no digo que no, pero no debería tratar a la sociedad como si fuese analfabeta y manipulable.
Abaratar el despido es la propuesta estrella que defiende el capital. 20 días por año trabajado, en lugar de los ya irrisorios 45, a fin de que al empresario no le resulte tan costoso el futuro posible despido ante la crisis.
Aplausos ante una memez tan claramente expresada.
Y, hecho este paréntesis, digo yo. ¿Por qué en lugar de pensar en posibles futuros despidos no piensan en reactivar la economía a fin de necesitar mano de obra? Es sólo una idea, pero... creo, corríjanme si me equivoco, que si yo dispongo de un salario digno puedo consumir. Si consumo, demando. Y si demando, necesito a alguien que me proporcione aquello que creo precisar (ya sabemos que un buen vendedor sabe cómo encasquetar vibradores a la pía congregación de un convento de clausura, que seguramente los empleará para hacer con amor los dulces que tanta fama les han dado en su comarca), no que estrictamente necesito. No obstante, si no tengo un salario mínimo debo medir cualquier posible gasto, a fin de minimizarlos. De hecho, hasta prescindo de cosas necesarias, como unos zapatos nuevos que podrían ayudarme a prevenir esa infección de garganta que está en ciernes. Y... si no hay demanda, qué demonios pretenden hacer con la oferta, me pregunto.
A los señores del capital, que tanto nos chantajean para que asumamos sus irrisorias exigencias, deberíamos recordarles que con sus salarios podríamos hacer maravillas; que con un sueldo digno podría reactivarse la economía, pues se incentivaría la demanda de bienes; que con contratos estables, se nos concederían créditos para comprar sus productos estrella (desde un PC hasta una vivienda); y, que en lugar de apoyar el abaratamiento de los despidos, lo que vamos a exigir a este gobierno, que afirma ser socialista, es que los encarezca de inmediato.
Si quieren rentabilidad, no pueden abaratar costes en cuanto a formación de sus empleados y no es que no la presten, que tampoco, sino que con estos contratos irrisorios que promueven, cuando un trabajador comienza a familiarizarse con las exigencias aparejadas a su cargo, es rápidamente sustituido por otro que tampoco tiene ni idea de qué se supone que debe de hacer, y en cuanto comienza a saberlo llega otro nuevo becario que le arrebatará el puestecillo.
A los señores del capital les diría que, ante tanta ineptitud como han demostrado en los últimos años (a ningún menor de 35 años nos extrañó el colapso y la posterior desceleración de la economía, porque llevamos en crisis desde que entramos en el mercado laboral), el puesto que debería suprimirse es el suyo. Que vuelvan a las facultades, o casi mejor a la guardería, porque les queda mucho que aprender no sólo sobre economía, sino sobre valores y especialmente sobre moral. Porque ya está bien de que traten de vejarnos y de que nosotros lo consintamos para quitarnos el sambenito aquel de "los jóvenes de hoy en día no quieren trabajar".
Iletrados de edad madura ocupan puestos que jamás ganaron ni por méritos académicos ni por aptitudes profesionales (ya se ven los resultados de la aplicación de sus grandes ideas. Ésas que mueven al país hacia el abismo), mientras que los jasp (jóvenes aunque sobradamente preparados) han de sacarse los ojos unos a otros para lograr ser el becario que, por 300 eurazos (lo de los mileuristas es un mito que no sabemos muy bien de dónde ha salido), tiene el privilegio de llevarles el café. Algún día, tal vez, llegarán a los 900 euros y... eso implicará que, además del café, podrán limpiarle los zapatos al señor del capital de turno.
Señores del capital, hagan algo sensato de una buena vez y paren esta debacle, que afeitando bombillas no vamos a llegar a ningún lado. Que el cristal, aunque gordo, puede llegar a quebrarse, que se lo digo yo. Que no tengo ni idea de economía, cierto, pero ustedes tampoco.
PD: A veces viene bien leerse algún libro de historia para atajar lo que se avecina; y que es algo que los despiertos llevan años intuyendo a partir de las evidentísimas señales.
http://www.kaosenlared.net/noticia/senores-capital-sus-chantajes
4 comentarios:
Ay Marquesa! O capital non pensa mais que en eles. Bicos
Y cada vez esto va a peor jooo.
Yo quiero un pedacito de campo y ya me apaño yo porque ahora cada día lo tengo mas difícil, y como yo mucha gente...
Besitosssssss
Miedo, ese es el resumén. La gente "importante" se asusta, asusta a los demás. Los demás guardan su dinero. Los bancos tienen miedo de otros bancos por que como la gente guarda su dinero igual no pueden devolverlo los otros. Sube el euribor. Suben las hipotecas. Bajan los ahorros. Bajan los ingreso de las empresas de bienes de consumo. Bajan los salarios. Sube el miedo y vuelta a empezar.
Tan obvio y tan complejo al tiempo.
Téñenche un embigo moi grande, orondo e profundo que lles mola moito mirar.
Publicar un comentario